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Bangkok, la misteriosa y variopinta capital de Tailandia.

Dos veces he visitado esta ciudad, y probablemente la visite aunque sea una vez más. No sólo porque de cierta manera me genera atracción, sino también porque es una especie de epicentro geográfico, aeroportuario y de transporte en el sudeste asiático.

Votada como mejor destino turístico en el 2013 por TripAdvisor, es sinceramente una ciudad que ofrece días y días de entretenimiento. Desde templos y lugares tradicionales, shoppings, paseos y mercados hasta innumerables lugares cercanos a visitar.





¿El punto neurálgico de todo esto? Khao San Road. Locación popularizada por el film "Hangover" (la 2 o la 3... la verdad vi la mitad y no recuerdo cual es), es una calle que cubre unas cuantas cuadras, que de día aloja mercados de comida y de ropa, pero que de noche se transforma y ofrece una asombrosa variedad de artículos, a falta de una palabra que englobe todo lo que hay en la Khao San. Ropa, comida, puestitos con buckets con tragos y cervezas, bares por doquier, señoras que venden accesorios y baratijas, tatuajes, varios 7/11, vendedores de bichos para comer, prostitutas, ladyboys, turistas, locales, vendedores y consumidores, música en vivo en muchos bares, y una casi interminable lista.

De todas maneras, la fama que posee esta calle entre los que viajamos por esta zona, hizo que yo esperara algo fuera de lo común, algo alucinante, absolutamente único y peculiar. A fin de cuentas, para ser honesto, no deja de ser una calle con un rejunte de ofertas para el turista. Es un lugar... interesante y digno de visitar. Quizás mis estándares eran altos al llegar a la Khao San... es que me habían hablado tanto de ella que no podía más que esperar mucho a la vez.

Cuando hablo de Khao San Road, también hablo de Rambutri, una calle paralela, conectada por una cortada y 2 calles que las unen. Con menos ruido, gente y polución de todo tipo, Rambutri me resultó personalmente más amigable a mi paladar, no sólo gastronómicamente hablando. Cambia música pop y electrónica por bandas en vivo tocando hits de los 80 en adelante, es más fácil caminar, pero ofrece casi la misma variedad de productos y servicios que su vecina famosa.





Si nos alejamos un poco de estas calles, Bangkok tiene mucho ára ofrecer: el enorme y costoso palacio real (que no visité), el buda reclinado, el Wat Arun, y una gran cantidad de templos, se ubican a distancia a pie si no se tiene problema en caminar por unas cuantas horas. De paso, se aprovecha para conocer la ciudad un poco más, y notar cómo Bangkok posee además de tantas cosas bellas, mucha pobreza e indigencia. A mi parecer, con excepción de Filipinas, el lugar más parecido a las ciudades latinoamericanas que he visto. Nunca antes en el Sudeste asiático había estado tan rodeado de pobreza y marginalidad.

Como decía, Bangkok está repleta de templos y lugares históricos, especialmente la zona céntrica y alrededores. En todos hay que ir respetuosamente vestido, con pantalones que cubran completamente las rodillas, y remeras que no dejen ver los hombros. Todos, también, cobran un entrance fee, con excepción de los templos donde únicamente se practica el budismo, a donde se puede ingresasr libremente.





Continuando con los lugares tradicionales y típicos, se puede hacer todo lo que yo no hice, por malos días, por no poder, o por venir demasiado saturado de turismo para hacer uuuuna cosas más en el día. Mi bucket list de cosas que quiero hacer en Bangkok cuando vuelva por tercera vez: mercado Chatuchak, uno de los más grandes del mundo, que todos los fines de semana abre las puertas a miles de negocios y mucha más gente; Maeklong Railway Market, mercado genuino y tradicional ubicado en el medio de unas vías de tren, que cada vez que pasa obliga a los vendedores a mover sus puestos itinerantes para dejarlo pasar; noche de Muay Thai en uno de los dos estadios reales y no para turistas, o en el mercado Chatuchak -los domingos- o el shopping MBK -los miércoles-; templo de Ayuthaya; y por último -creo- alguno de los mercados flotantes, pero que sean reales y no de los tantos que hay armados para el turista.

Pero Bangkok, obviamente, no es sólo tradición antigua. Para los ávidos de consumir, es una ciudad repleta de paseos de compras, shoppings y similes. EL MBK es al más famoso, pero a mi parecer muy sobrevaluado; es el lugar a visitar para conseguir pequeñas baratijas, imitaciones de relojes o aparatos tecnológicos, y algo de ropa, como mi gorra "Nike" a un precio inusitadamente barato. Panti Plaza, conocido como el "Computer Center" también desilusiona un poco... con algunos buenos precios, está repleto de cosas truchas y muchos locales vendiendo lo mismo.







INFORMACION UTIL:

. Si se llega a Bangkok lo mejor es siempre llegar a Khao San. En dos oportunidades me tocó llegar a terminales alejadas, y es más costoso y labioroso. Desde Mochit, se puede tomar el bus nro 3, que llega directo a Khao San por sólo 7baht.

. EL bus cuesta siempre 6,50 o 7 baht, no importa a donde se vaya. Desde Khao San el 15 lo tomé muuuuchas veces... hacia el MBK, hacia el Pantip Plaza, hacia la embajada de Myanmar y Vietnam, hacia parques, y para pasear también. Puede tardar apenas unos minutos, o te puede colgar una hora. Así es mi amado y odiado 15.

. El bote turístico que recorre el río cuesta 40baht y tiene una guía que va comentando mientras se anda. Sino también hay un bote público y regular.

. El MRT tiene precios variados según la cantidad de estaciones que se hagan.
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Los templos olvidados de Sukhothai y Si Satchanalai

SUKHOTHAI

No llegué a estos templos guiado por la Lonely Planet, tampoco por blogs; llegué por recomendación de quien nos dio el curso de cocina en Pai. Debo admitir igual que ya había leído algo de Sukhothai, que es considerado el templo fundacional del imperio de Siam, y que es patrimonio cultural de la UNESCO. Aún así,  no había conocido viajeros que hubieran estado, ni parecía ser un destino que habría de visitar.

Fue en última instancia la insistencia de esta mujer local lo que me hizo decidir. Y así fue que junto a Panchito nos dirigimos por unos días al centro geográfico de Tailandia. Luego de un bus de Chiang Mai a la ciudad de Sukhothai, recalamos en un hostel cuyo dueño conocimos en la terminal, ubicado en la zona "céntrica" de la ciudad. Cansados del ajetreo con el que veníamos recorriendo en noroeste tailandés, decidimos no hacer más que caminar y pasear por los alrededores en nuestra primer jornada. El calor molestaba y parecíamos ser los únicos foráneos. Bordeando el río que atraviesa la ciudad, chusmeando los puestitos callejeros, así culminó nuestro día.





Temprano por la mañana -bueno, no tan temprano... ¡pero no era la hora del almuerzo aún!, asi que para nada mal- nos fuimos a la parada del bus público que nos llevaría al "Historical Park", o la ciudad antigua de Sukhothai. Erigida en 1238, y luego invadida por los imperios de Ayuthaya y luego el Birmano, la ubicación original de la ciudad está a 12 km de la población actual.

Llegados a destino, decidimos alquilar una bici cada uno para poder recorrer los templos más rápida y dinámicamente. Debimos esperar que amaine la pesada y repentina lluvia, mientras charlábamos con nuestras nuevas amigas austríacas y un grupo de joviales mujeres locales.

Con un notorio y demasiado evidente proceso de restauración en algunos casos, los templos de Sukhothai se esparcen a lo largo de algunos kilómetros. Desde budas decapitados, estupas -construcción tradicional budista en forma de campana- y columnas, hasta una gran cantidad de espacios verdes, la ciudad ofrece horas y horas de recreación. Con un buen día como nos tocó y con una bici, se volvió una actividad muy fructífera y más que entretenida. La poca cantidad de turistas, dada la poca difusión del lugar, ayuda a que la experiencia sea más placentera.

Por fuera de lo que supo ser el muro que rodeaba a la ciudad, hay también más lugares a visitar, si se está dispuesto a pedalear por un tiempo más. Nosotros decidimos acercarnos a los lugares y mirarlos a la distancia, para así no pagar los 100baht que nos querían cobrar, pero pudiendo igual observar las esculturas y construcciones.

Nuestro día culminó con una gran cantidad de comida típica en un mercado local, y unas frías Chang en el bar de turno, para coronar la cansadora jornada.







SI SATCHANALAI

Si Sukhothai fue una grata sorpresa, debo decir que Si Satchanalai lo fue aún más. La señora en Pai que nos había recomendado ir a esta zona, nos recomendó no quedarnos sólo con el templo más popular, Sukhothai, sino además tomarnos un día más para visitar Si Satchanalai. Dubitativos y escépticos, nos tomó un buen rato a Panchito y a mi el decidirnos a hacerle caso. Debíamos tomar un bus nocturno hacia Bangkok para así ahorrarnos una noche y llegar temprano a destino, y visitar el nuevo templo significaba ir hacia el lado opuesto, con mochilas y todo, sin saber del todo que nos esperaba.

Prefiriendo arrepentirnos de haber visitado un lugar de más que de menos, nos cargamos las mochilas a las espaldas, y tuk tuk y bus local de por medio, nos fuimos no más.

Apenas llegados, nos dimos cuenta de que estabamos en un lugar aún menos turístico y desarrollado. El bus nos dejó en el medio de la ruta frente a un mercado, donde pudimos dejar nuestras mochilas (tuvimos que confiar en el dueño) y alquilar unas bicis.

Mapa en mano, y con la mirada al horizonte, cruzamos un arco y un puente para llegar al comienzo de la ciudad histórica. Más esparcido y mucho menos visitado, este lugar es una joya perdida. También formando parte del Patrimonio Cultural de la UNESCO, por alguna razón no fue restaurado ni intervenido de manera visible -si bien está organizado y posee un museo-. Esto resulta en una gran cantidad de templos, budas, construcciones y enormes estupas que se esparcen por kilómetros. La sensación de recorrer esta ciudad es mucho más genuina, muchisimo más placentera que Sukhothai. Cruzarnos sólo con 5 turistas en 3 horas de recorrer, nos hacía sentir casi dueños del lugar. Como niños subíamos y bajábamos escaleras, caminabamos a través de los templos y nos dedicabamos a contemplar. A diferencia de Sukhothai, que está completamente pavimentada, con rejas y muchos carteles, aquí árboles y plantas abrazan las paredes, pájaros y animales pasean por los templos y las calles de tierra, gente local camina por los alrededores.







Debo decir que, hasta el día de la fecha, habiendo visitado los popularísimos Prambanan y Borobudur en Indonesia, Batu Caves en Malasia, e incontables templos en los países que he visitado, Si Satchanalai es el que más he disfrutado. No sólo por su belleza innata y casi impoluta, sino también por la interactividad que te permite, pudiendo recorrerla en bicicleta, pudiendo observarla en paz  y en soledad. Es justamente lo "virgen" del lugar lo que lo vuelve tan mágico; si fuera más turístico, si estuviera más intervenido, seguiría siendo increíble, pero me hubiera sentido uno más del montón. Por las miradas de la gente cuando los saludaba desde la bicicleta, y por la tranquilidad con la que la pude recorrer, Si Satchanalai fue una experiencia sumamente grata.

Para ir a Bangkok debimos finalmente tomar un colectivo de vuelta a Sukhothai, para luego esperar un buen rato hasta las 22hs, horario del bus más barato hacia la capital de Tailandia.







INFORMACION UTIL:

. Desde la terminal al centro, 30 o 40 baht por persona es el costo del Tuk Tuk.

. La parada del bus a la ciudad antigua está aproximadamente unos 100mts después del 7/11.

. Apenas entrando a la ciudad histórica, hay varios locales que alquilan bicicletas a 30baht por el día entero.

. En Si Satchanalai el alquiler de las bicis nos costó 40baht.

. Desde la terminal de Sukhothai hay una gran cantidad de horarios de bus hacia Bangkok.

. HOSPEDAJE: nos quedamos en Happy Place, por ___ baht la noche en pieza doble con fan. Está bien ubicado y el dueño es muy amigable. Se de JJ, otro hostel recomendado por Lonely Planet y gente local, pero es más caro.

. COMIDA: en la calle principal hay varios puestos de comida local y a buen precio. Sino está el "reggae bar", el lugar de rejunte de turistas y gente local, donde se come y bebe rico.

De que hablo cuando escribo de escribir


Objetivar es dar sustancia a las ideas, brujula al mundo de pensamientos, papel a las palabras que, efímeras y volatiles, nos tormentan. Es contener, enjaular a la bestia pensante en que un viajero se convierte; encauzar el río de emociones y sensaciones que genera el descubrir; domar lo rebelde de nuestro ser. 

Por eso escribo cuando viajo.

Porque cada relato hace sincronía de la esquiva diacronia que es la vida; supone un corte transversal a la incomensurable vastedad de mi mundo; abre la tangente de la memoria plasmada. 

Escribo porque cicatrizo, aunque sea levemente, las heridas infligidas por viajar sabiendo que algún día voy a olvidar. Escribo por su absoluto poder analgesico, porque acalla los dolorosos gritos de lo irrepetible.

Escribo, finalmente, porque me permite parafrasear larga y elípticamente esto que se ha vuelto una constante: la irrefrenable verborragia emocional del viajar que tanto cuesta canalizar.



"[...] It occurred to me that the act of writing had led me through a swirl of memories that might otherwise have ended in paralysis or worse. By telling stories, you obectify your own experience. You separate it from yourself. You pin down certain truths. You make up others. You start sometimes with an incident that truly happened, and you carry it forward by inventing incidents that did not in fact occur but that nonetheless help to clarify and explain."
Tim O´Brien - The things they carried 

Texto inspirado en dicha cita y redactado sin editar en la ruta desde el Río Subterráneo hacia El Nido, Filipinas. 

el Arte del Volar

En este preciso instante no estoy completamente seguro de mi ubicación espacial o temporal; tampoco se la velocidad o altura exacta a la que me estoy desplazando; no conozco los nombres ni procedencias de las decenas y decenas de personas que me rodean; todos somos seres anónimos, para expresarlo poéticamente.

Aunque ahora que lo pienso debo retractarme, algo se de mi paradero: asiento 43A, vuelo PR731 de Philippine Airlines, dirección Bangkok a Manila, capital de Filipinas.

Comencé a escribir con intenciones de expresar lo asombroso y aún inexplicable que me resulta volar en avión, y acabé describiendo la no presencia que siento en este momento. Ambos son, al cabo, reflejos de lo mismo: nociones y sensaciones que me genera la experiencia de volar.

Desde temprana edad tuve el placer de poder subirme a un avión, yendo a distintos países de Europa y América con mi familia. Viajé, también, sólo y siendo muy pequeño: viajaba de Cutral Co a Rincón de los Sauces -pequeños pueblos de Neuquen- a visitar a mi papá, que trabajaba en áridos y recónditos parajes de la amplia Patagonia. Acompañado de trabajadores de YPF, era siempre el único niño, que curiosamente no demostraba ningún temor al volar.

Del mismo modo que por aquellos años me erguía sobre el asiento y miraba hacia abajo, admirando la dura y resquebrajada tierra patagónica, hoy me encuentro observando sombras de diversas formas y tamaños sobre el Mar de Tailandia. Las nubes, iguales aquí y allá, son lo único que altera la vastedad del agua. Aún subido a este monstruo alado, hoy un Airbus 330, me siento diminuto, efímero.

Esa sensación de pequeñez no es más que la culminación de lo que se empieza a generar en los momentos posteriores al despegue. Lo real, el mundo tangible del día a día, se vuelve paulatinamente algo más abstracto. La Tierra se vuelve arte: casas, campos de cultivo, ríos, lagos, son ahora parches con texturas y colores que diseñan bellos cuadros, cuyo marco es la ovalada ventana del avión. A veces impresionista, a veces abstracto, a veces cubista, así se siente el "arte volador", o "arte alado" o "arte volátil" (¡no me puedo decidir por un nombre!). Una pintura fija, estática, eterna y casi imperturbable; sólo el sutil desplazamiento de las delgadas nubes cercanas devuelve la realidad. O bien le otorga movimiento al cuadro.

Que curioso, pienso, llegar a sentir esta paz, esta omnipresencia de lo estético, mientras me encuentro subido en una potente máquina que debo confesar nunca logré entender cómo funciona. La teoría la se, pero la práctica no parece adecuarse a mi estrecha lógica abstracta: que toneladas y toneladas de metal y personas no pueden simple y libremente desplazarse por el aire tan gracilmente.

Será entonces que la misma magia que nos hace volar, es la que hace arte de algo tan mundano como lo que vemos día a día, cuando tenemos los pies posados en la Tierra.

"Soy piloto de juguetes, entre nubes voy [...] Cruza el valle, suenas frágil, como yo."

Una vez más el iTunes me sorprende y me elige "Planeador" de Soda Stereo. O será quizás que aquí, entre el arte y las nubes, estoy un poquito más cerca de Cerati.




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Forest Monastery Wat Tham Wua, aprendiendo sobre Budismo y Meditación

Voy a ser completamente sincero: antes de ir a este monasterio nunca antes había meditado. Sólo había tenido cierta idea de hacerlo, meses antes de irme de Argentina, junto con deseos de comenzar con homeoterapia y otras prácticas un poco más lejanas del típico vivir occidental. Por cuestiones de estudio y trabajo opté por posponerlo indefinidamente. Nunca pensé que iban a ser Manu y Pancho quienes me convencieran de acompañarlos a este retiro de meditación Vipassana.

Wat Tam Wua es un monasterio budista perdido en las montañas del noroeste tailandés. A una media hora de Mae Hong Son, a casi tres de Pai y unas cuantas más de Chiang Mai, es un lugar muy conocido entre los locales, que cotidianamente se acercan en busca de palabras del "Abbot" (otra palabra que no recuerdo en español... es el monje de mayor importancia dentro del recinto), o para permanecer allí por unos días. Está presidido por Ajahn Luangt, que junto a 7 otros monjes, son los encargados de organizar el lugar -junto a los voluntarios y los visitantes como yo- y proveer enseñanzas de Budismo y meditación Vipassanna. Porque de eso se trató este retiro: inmiscuirse de lleno en la cultura budista, en sus reglas y costumbres, sus tradiciones y sus vicisitudes, y también en aprender sobre meditación, pilar fundamental de esta religión-modo de vida.





Todo empezó con la van que salía de Pai en dirección a Mae Hong Son. Luego de unas horas de viaje, el chofer detiene el vehículo y nos avisa que habíamos llegado a destino. Un enorme cartel de madera al costado de la ruta indica que hemos llegado a "Forest Monastery Wat Tham Wua", y que nos restan 1.3km de caminata hasta llegar al templo. Nos calzamos las mochilas al hombro, y galletitas y garrapiñadas de por medio, nos encaminamos al ascetismo. Llegamos aproximadamente a las 10.30 am, horario en que, ya nos enteraríamos, la estricta agenda indica que es tiempo de meditar. Asi fue que en el templo principal encontramos a unas veinte o treinta personas vestidas de blanco, sentados con las piernas cruzadas sobre unos almohadoncitos en el suelo. Detrás de ellos, al fondo, una tarima en la que se ubicaba un gran buda dorado, con un altar con fotos enmarcadas, y a la derecha, los monjes meditando. Silencio absoluto, sólo la naturaleza se hace oir, y nosotros sin saber qué hacer. Rápidamente se nos acerca una voluntaria y nos empieza a hablar en buen inglés; nos da la bienvenida e invita a sentarnos y registrarnos en un cuaderno de visitantes. Nos muestra un cartel donde se leen los horarios de las distintas actividades diarias, y ante el comentario de que venimos por tres días y que no tenemos experiencia en esto, nos acerca unas carpetas con explicaciones de todo tipo. La carpeta es una especie de cursillo de iniciación en el modus operandi del lugar: qué hacer y qué no hacer, que reglas de respeto se deben seguir, como comportarse en el monasterio, como tratar con los monjes y en presencia de Buda, horarios de meditación, recreación y almuerzo, etc.

Unos minutos después, apenas leídas unas pocas páginas, un monje comienza a hablar a través de un micrófono y momentos después, la meditación termina. Nos informan que es el horario del almuerzo. Asi fue que almorzamos junto al resto de la gente, para luego ir a aposentarnos en el enorme Kuti donde dormiríamos las siguientes tres noches, en colchones de apenas unos dos o tres centímetros posados sobre el suelo de madera, y con una pequeña y rígida almohada. Los días de budismo, meditación y ascetismo comenzaban. No más abundante comida, cerveza, shakes, WIFI o recorrer lugares. Ahora era cada uno consigo mismo, en un entorno que bien podría ser visitado como un lugar turístico: montañas, un río, lagunas con peces, cuevas, verdes pastizales y enormes árboles selváticos.

La agenda diaria es estricta y se repite día a día, que ya para el tercer día se tornaba levemente tedioso. No logro imaginar una vida entera vivida de este modo; pero los monjes, creo yo, no deben poder imaginar una vida entera a mi modo, nuestro modo. Cinco a seis horas diarias de meditación grupal, repartidas en tres "sesiones" de casi dos horas cada una, más una hora y media de meditación individual a la madrugada, y dos horas más por la noche. En cada sesión grupal, un monje explicará en inglés y tailandés sobre la disciplina del budismo, y sobre técnicas o recomendaciones para la meditación. El primer día uno se siente perdido, sin saber qué hacer, simplemente copiando lo que hacían los experimentados; ya después, por lo repetitivo de las actividades, todo se vuelve natural. En las meditaciones diurnas, las dos primeras, se comienza con unos minutos de escuchar al monje, seguido de los tres tipos de meditación, en este orden: caminando, sentado y acostado. La primera es la menos complicada: a paso lento, todos en hilera recorriendo los parques del templo, caminamos y debemos concentrarnos en nuestros pasos, en cada parte del cuerpo que se mueve al dar cada paso; cuando pisamos con el pie derecho pensamos en "Bud", con el pie izquierdo es "Dho". Del mismo modo, cuando se medita acostado o sentado, al inhalar se piensa en "Bud", al exhalar en "Dho". Estas sílabas no se oralizan, no se dicen hacia afuera, se las "piensa", mientras a la vez nos concentramos en la respiración. Se supone que con el tiempo, con la experiencia, uno debe lograr focalizarse en eso y nada más; el punzante dolor en las rodillas por estar más de media hora sentado, las ideas que nos vienen a la mente, se deben erradicar. Como si fueramos arañas en una telaraña, cada vez que nuestra mente se va hacia otro lugar, como cuando la araña va en busqueda de una mosca que cayó presa en la red, debemos volver al centro de ella, a nuestro cuerpo, a nuestra respiración.

La meditación requiere de mucha tenacidad, concentració y claridad. No es fácil no pensar en... algo; no es simple dejar la mente en blanco. Son pocos los momentos de concentración pura que he tenido; pero aún así, siento que el estar en un entorno tan tranquilo y armonioso, y estar horas y horas pensando en mi cuerpo, en mi respiración, en mi, han hecho un buen trabajo sobre mi persona. Difícil cuantificarlo u objetivarlo, pero la tranquilidad emocional que se logra es indudable.

Más allá de la dureza de las extensas horas de meditación, la agenda sigue siendo muy rígida. Desayuno a las 7am, arroz y verduras. Almuerzo a las 11am, sabroso y abundante, con arroz, verduras de todo tipo, noodles, currys, y frutas. Todo vegetariano, la carne esta terminantemente prohibida. De 12 del mediodía a las 7 de la mañana de la jornada siguiente, no se debe ingerir ningún tipo de alimento; sólo se permite agua, te o café. O sea que básicamente uno se pasa la mitad del día con hambre. De cualquier manera, el haber estado sólo tres días en este tipo de dieta hace que mi cuerpo no se haya llegado a acostumbrar; se por gente que hizo esto por diez o más días, que el organismo eventualmente se acondiciona a esta ascética vida.

Luego de la meditación, luego de comer, o pensar en no comer, quedan horas de libertad para pasear, conocer el lugar, leer uno de los tantos libros que posee la biblioteca del templo. Eso si, de 15 a 16hs se supone que uno debe ayudar en las tareas de la "casa"; sin nadie que obligue, sin ningún monje que mire mal o apunte dedos, todos elegimos alguna tarea a realizar. Normalmente la gente toma una escoba y barre el templo, los pasillos del mini barrio del monasterio, lava platos u ollas, etc. Manu, Pancho y yo nos hicimos cargo de la alimentación de los peces en las dos lagunas que tiene el recinto. Esto incluía cortar frutas y verduras y luego alimentar con esto a los peces.

El templo está abierto los 365 días del año, y es de entrada libre y gratuita; uno opta por donar lo que quiere, desde nada hasta toda la plata que se quiera, o comida. No piden nada cuando entras, no piden nada cuando salís; te reciben con una sonrisa de oreja a oreja, y te despiden con elogios, cordiales saludos, y la misma sonrisa del principio. No hay que avisar antes de llegar ni tampoco hay que llevar nada. Simplemente se arriva con deseos de conocer y aprender, de encontrar lo que uno busca. Mientras se está aquí se debe usar ropa blanca, que es otorgada por los voluntarios del lugar. Como se ve, es un lugar muy libre, abierto a todo aquel que se quiera acercar. No preguntan sobre la religión de uno, y no intentan imponer nada; promueven incluso la coexistencia del budismo, más práctica de vida que otra cosa, junto a cualquier otra religión. Por otra parte, diferente a otros retiros en monasterios budistas, aquí no es obligatorio permanecer un mínimo de días, ni se debe guardar silencio absoluto; recomiendan asistir por al menos durante tres jornadas, e intentar no hablar mucho, ni ser ruidoso, y no usar aparatos tecnológicos. Si se quiere permanecer en absoluto silencio, uno puede colocarse una credencial de "Silent but happy", y los compañeros sabrán que uno quiere estar sólo, tranquilo, y feliz. Como todo, esta en cada uno ver cuan estricto se quiere ser.

La gente dentro del monasterio eran de todo tipo; en su mayoría occidentales, con algun que otro local. Sólo un día, un domingo, vino un enorme contingente de Mae Hong Son a meditar y buscar consejo de los monjes. Pero el resto de los días, eramos estos tres latinos, cuatro rusos, muchos ingleses, un francés, un yanqui, una canadiense. Algunos hablaban todo el tiempo y parecían no querer estar ahí; otros estaban en completo silencio y comen alejados del resto; un inglés tenía siempre el cartel de "Silent but happy" pero hablaba y gritaba de cualquier modo; algunos lograban meditar largo y tendido, sin interrupción; otros, como yo, estaban recién empezando e intentaban descubrir día a día de qué trataba todo esto.

El templo, así, me pareció un lugar casi mágico que enseña cosas que no se aprenden en ningún otro lugar que haya conocido hasta este momento. Recuerdo momentos allí y se me dibuja una tímida sonrisa; recuerdo el sonreir y las palabras de Ajahn Luangt, y casi me tiento de risa; recuerdo la imagen de Manu y Pancho, vestidos de blanco, enmarcados por las montañas, caminando hacia el horizonte y vestidos de blanco, y me sale una carcajada.

Aún hoy intento tener algún que otro momento de meditación, algo muy difícil compartiendo habitación con más gente y moviendose todo el tiempo. Tengo todavía el collar de Buda y la pulsera que me dio y bendijo el Abbott antes de mi partida. Y tengo todavía ganas de volver a hacer esto, quizás en Myanmar, Laos, o sino, quien sabe, ¡será en Argentina!


INFORMACION UTIL:

. Desde Pai, la mini van cuesta 150 baht, el ticket se saca en la terminal. Sólo una empresa hace el recorrido. Se debe ir en dirección a Mae Hong Son, y conviene avisarle a la cajera y al conductor que uno quiere ir a Wat Tham Wua. Es un lugar muy conocido en la zona, asi que probablemente lo conozcan.

. Para volver, basta hablar con alguna de las voluntarias del lugar, que te ayudan en llamar a las vans o combis locales para que te recogan y te lleven a destino. Nosotros fuimos a Mae Hong Son, nos costó 70 bahts y nos pasaron a buscar por el templo.
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Pai y Chiang Mai: la Linda y la Fea

Chiang Mai

A quien sigue el sector de calendario del blog, verá que antes de llegar a Chiang Mai, dormí antes en un bote, en Koh Tao y en Bangkok. Había quedado en encontrarme con alguien en Koh Tao en unas semanas, razón suficiente para que cambiara mis planes y me fuera de ahí con Manu y Pancho, para ir al norte tailandés. El encuentro fue fallido, asi que perdiendo algo de tiempo y plata, terminé recorriendo bastante de Tailandia. Finalmente, llegué a dormir diez noches seguidas en diez camas distintas, algo que terminó agotandome bastante, teniendo en cuenta que tres de esos pernoctes fueron en medios de transporte.

Ahí en medio de esa travesia fue que llegué a Chiang Mai, donde dormí en total dos noches, repartidas en dos etapas: antes de ir a Pai, y antes de volver hacia el sur.

Guías y personas recomiendan esta ciudad, la segunda más grande de esta nación. Una vez más, mis gustos parecen no ser los de mucha gente. Chiang Mai me pareció una ciudad sin sabor, con poca identidad. Aún con más de 300 templos, de los cuales muchisimos son de fácil acceso en el sector céntrico, esta ciudad no tiene mucho más para ofrecer en mi opinión. Se puede hacer cursos de cocina, se puede ver Muay Thai, se pueden ver templos, se puede ir al mercado, pero son todas actividades que se pueden hacer en lugares muy lindos. Caminar por ella no es placentero, no genera nada. Por otra parte, la enorme oferta de prostitución, algo presente en muchas ciudades  pero aqui es donde más lo noté, me generaba cierta desidia hacia el lugar. Una gran cantidad de bares tienen mujeres y ladyboys en la entrada que te llaman e intenta hacerte consumir lo que tengas ganas de consumir.

Lo más relevante e interesante de mis noches aquí fue el Blues Boy Bar, en medio del Bazar en el sector de mas movimiento nocturno, en un primer piso. Una muy buena banda, liderada por un carismático guitarrista y cantante, cuyo rostro recuerda a Cantinflas y Santana, con el pelo del Pibe Valderrama. De allí se puede ir a comer comida típica al mercado, ver Muay Thai para turistas, o comprar la misma ropa que se consigue en toda Tailandia.



Pai

Si se quiere ver un pueblo con más identidad, no tan pervertido como Chiang Mai, más amigable, genuino, barato, y entretenido, ir a Pai.

Este recorrido de Chiang Mai-Pai es conocido por sus 762 curvas en sus 245km. Unas tres curvas por kilómetro, nada mal, ¿No?

Aún siendo un destino muy turístico, posee rasgos de un antiguo asentamiento local. Con algunos templos en medio del pueblo y con cascadas y caminatas cerca, también ofrece un variado mercado nocturno, bares con buena vibra y buena música, y basicamente buena energía. Acá dan ganas de quedarse más tiempo.

Durante el día, se puede salir a caminar, tomar unos baratos shakes a 20 baht, comer en sus innumerables restaurantes de comida local, darse un masaje en precios no vistos en el resto de Tailandia, o también simplemente relajarse en el alojamiento de turno.

Con Manu y Pancho, con quienes viajé unas dos semanas, hicimos unas cuantas cosas interesantes.

Visitamos "Lod Cave", una de las cuevas más grandes de Tailandia, y un lugar más que recomendable para visitar. Tuvimos la mala fortuna de que la copiosa lluvia de días atrás aumentó mucho el caudal de agua, impidiendo contratar botes para visitar la cueva en toda su longitud. Así, terminamos conociendo sólo la tercera parte de ella. Aún así nos encantó el lugar.

Hicimos un curso de cocina, que en relación precio calidad, y por lo bien que la pasamos, es de las mejores cosas que he hecho en este país. Entre 9.30 y 13.30, nos encargamos de maltratar a nuestros estómagos, primero con un desayuno y luego con cuatro platos cocinados por cada uno. Yo elegí aprender a cocinar el paenang curry, papaya salad, tom yum kang soup, y stir fried ginger chicken. Quedó todo de re chupete. Y con lo que cocinaron los chicos, terminamos dandonos una panzada de comida.

Pai fue además una parada obligada para llegar a lo que terminó siendo una de las experiencias más enriquecedoras y a la vez difíciles que he tenido en este viaje: el Monasterio Wat Tham Wua.







INFORMACION UTIL:

. La mini van de Chiang Mai a Pai cuesta 150 Baht. Son 3 o 4 hrs.

. De Pai a Mae Hong Son, 150 baht. Otras 3 o 4 hrs.

. El curso de cocina lo hice en "Savoei, a taste of Pai" a 600 baht. Incluye desayuno, 1 shake, todos los ingredientes, el libro de recetas, y se puede comer todo lo que se cocina.

. La visita a Lod Cave cuesta 600 baht, incluyendo transporte, almuerzo, entrada a la cueva, y visita a una cascada y un viewpoint. Ya en la cueva conviene pagar el Bamboo Rafting, a un costo de 400 baht por tres personas.
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Khao Sok, cual Forrest en la selva

Llegué a Khao Sok puramente por recomendación de Sean, mi amigo canadiense, en quien confiaba plenamente luego de haber viajado juntos por dos semanas. Poseemos gustos similares en cuanto a lugares a visitar y cosas a hacer. Nadie más me había nombrado este lugar, y es apenas mencionado por guías turísticas. Sabía que estaba yendo a un parque nacional, en el cual haría un trek de dos días en un lago caminando a través de la jungla. Y no mucho más. Recomendado nuevamente por Sean, había reservado habitación en Evergreen, que por avisarle antes se ofrecía a recogerme en la terminal, que estaba a unos km del hospedaje.

Asi que luego del bote Phi Phi-Krabi y la mini van Krabi-Khao Sok, llegué a destino. Igual que como llegué, vivi y me fui: con una pesada lluvia monzónica, de gotas gruesas y verticales casi siempre, o cada tanto en pequeñas líneas de agua cayendo diagonalmente. Recordaba a cada momento las palabras de Forrest Gump describiendo la lluvia en Vietnam, cayendo de todos lados, en todas direcciones, hasta incluso de abajo hacia arriba. Pero claro, estaba en un rainforest de mas de 200 millones de años, y en época de lluvias. ¿Qué otra cosa se podía esperar?





Khao Sok es el pueblo y es también el nombre del parque. Pequeño, humilde, no tan preparado para el turismo: varios restaurantes, hospedajes y agencias de viajes, y no mucho más. Mucha naturaleza, mucho verde, mucha agua, poco turista. Sólo yo en el hostel, en una habitación para dos, ocupada por uno.

El primer, cuarto y último día los pasé mucho tiempo escribiendo, leyendo y viendo peliculas en el bungalow: el clima estaba intratable, salir era garantía de mojarse hasta los huesos, con la excepción de que saliera con el poncho cobertor. En 4 noches y 5 días que estuve, conté casi 10 horas que no llovió; el resto, lluvia en todas sus formas. Sólo pude ver el sol el día que decidí irme, desde la mini van al norte, con mi mano abierta en dirección al cielo que clareaba, entonando palabras de odio y furia hacia el clima, con la insana envidia de que quienes hicieran el tour ese día lo harían en perfectas condiciones.

Porque si, el tour de dos días en el Lago Cheow Larn, lo hice enteramente rodeado de agua. El comienzo fue la única etapa seca, hasta el momento en que a los quince minutos de subirme al bote que nos llevaría a las cabañas donde pasaríamos la noche, comenzó la lluvia que no quiso parar.





La agenda del recorrido fue primero una hora en long-tail boat hacia estos precarios bungalows construidos sobre el lago, para luego almorzar, y emprender una caminata de casi cuatro horas a través de la jungla, en la que pudimos ver plantas nativas pero nada de animales, culpa de ella la lluvia. Se accede también a una cueva con un caudal importante de agua, que llegaba a taparme en los sectores de mayor profundidad. Allí tuve la fortuna de conocer nuevos amigos tales como murciélagos y una pitón pequeña, que cuando la divisé a medio metro de mi cara no parecía tan tan niña. Luego se duerme en la cabañita personal, para al día siguiente ver unas cuevas más, trayecto en bote mediante, y luego volver al hogar. El tour debía ser un poco más movido, pero ciertas actividades no pudieron realizarse gracias a ella, la desgraciada.

Si bien me quejo por la lluvia, que no dejó salir a los animales y entorpeció partes del camino, debo admitir que hizo a las jornadas aún más originales y divertidas. Mientras la mayoría del contingente se recluía bajo techo, Roger el catalán y yo nos dedicabamos a nadar en el calmo lago, a saltar desde un parapeto de madera, o a navegar las aguas en kayak. Así pasamos horas divirtiendonos, impidiendo que la lluvia entorpeciera los 2500 baht que habíamos pagado. Dormir en el medio de la jungla, con ruidos de animales, y las gotas cayendo sobre el techo y el lago, fue también una experiencia muy gratificante.

Y así volví por dos días más al pueblo, esperando poder hacer recorrer yo mismo el parque nacional, pero no pudiendo por factores climáticos. No seguía con ganas de caminar embarrado y mojado, luego del tour. Asi que me dediqué a relajarme un poco, y estar conmigo mismo, para luego encaminarme a Surat Thani, y luego a la costa este.





INFORMACION UTIL:

. El tour costó 2500 baht, todos los hospedajes y agencias ofrecen el mismo servicio y mismo precio.

. Mini van de Khao Sok a Surat Thani, tomada desde una mini terminal, y no por agencia, costó 150baht y tomó unas 2 horas.

. El night boat de Surat Thani a Koh Tao costó 550 baht. Llegue alrededor de las 4 de la tarde al centro de la ciudad y compré el pasaje en el puerto. Ojo que la van te deja a unas cuadras del mar, y las agencias te quieren vender a 200 baht más el ticket, haciendote creer que estás lejos del puerto. Justo al lado, se encuentra un riquisimo mercado de comida.

. Hospedaje. Pagaba 300baht en evergreen house. Me comentaron de Jungle Huts, de ambiente backpacker, pero no se el precio.

. Comida. Comí casi siempre en Thai Green, un restaurente de buen precio y con una gran variedad de platos. Justo en frente se encuentra un restaurante cuyo nombre no recuerdo, pero que tiene unos currys muy ricos, un poco más caro.

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Koh Phi Phi, la isla más sobrevalorada de Tailandia

Es una frase polémica, lo se, y tal vez un tanto exagerada; pero quiero plantear un punto de vista alternativo al imperante, que es el de Phi Phi como una de las mejores islas-playas del sudeste asiático. Es el lugar a donde la mayoría te recomienda ir en Tailandia; hogar de Maya Beach, locación de la película "The beach" con Leo Di Caprio; es un destino que es nombrado como obligado tanto por la Lonely PLanet como por la gente que uno va conociendo. Es también una isla que, como me comentó un instructor de buceo, hace diez años no tenía ni cerca la infraestructura de ahora, y que aún luego del tsunami, se edificó con una increíble velocidad y vértigo.

Sin construcciones altas e invasivas como he visto en innumerables costas brasileñas, es de cualquier manera un lugar demasiado edificado para mi gusto. Pero aún peor, de alguna manera supo atraer con el tiempo a un tipo de turismo irrespetuoso -con el otro, y con el entorno- y ombliguista. Jóvenes borrachos haciendose tatuajes impulsivamente, haciendole gestos obscenos a las mujeres que ofrecen masajes, revoleando botellas de cerveza al mar, y haciendo el ridículo de múltiples maneras. Esto es el Phi Phi a donde se llega, y donde la mayoría se queda. La parte, digamos así, céntrica.





Claro que uno puede escapar de eso e ir a la Long Beach a relajarse durante la tarde, evitando la Party Beach, lugar que de noche se convierte en hogar pasajero de las hordas de gente que pueblan los bares con los clásicos shows de fuego y música tecno a todo volúmen. Y también uno puede hospedarse en lugares alejados del sector céntrico  para escapar de su vorágine.

Creo correcto y honesto, también, admitir que varias noches terminé tomando cervezas y buckets en la playa, y la pasé de lujo.

La vida phiphiana es muy particular. Los Tattoo shops, que de día están cerrados y/o vacíos, empiezan a vivir con el atardecer, y al pasar las horas van llenandose de beodos visitantes que en un impulso de estupidez deciden hacerse un tatuaje para recordar sus días de juventud en Tailandia. Divertidisimo era quedarse observando la secuencia entera de zigzagueantes individuos que se acercaba al negocio, hablaba con el tatuador, y al cabo de unos minutos ya estaban sentados en la camilla haciendose el tatuaje de turno. Los tatuadores, más negociantes que otra cosa -esto no quita que hagan trabajos de buena calidad-, se limitan a mostrar diseños pre armados o imagenes de google. Nada de hacer diseños propios y o sentarse a hablar sobre el tatuaje.

Los puestos de comida occidental están siempre mucho más llenos que los de comida local. De hecho es muy curioso que casi no existen puestos callejeros de comida, y son escasos los restaurantes de comida puramente tailandesa. Esto, nuevamente, habla bastante del tipo de turismo de esta isla.

Los conductores de diversos medios de transporte isleño, al no tener bocina, simplemente arrojan un "Pi Pi" -o será Phi Phi-, curiosa y graciosamente imitando el sonido de una bocina. Algunos incluso parecen gritarlo con furia.

Los gatos son los únicos habitantes de la isla que parecen no haber registrado cómo el paso del tiempo y el turismo han modificado a la isla: en grandes cantidades y siempre de la misma manera, se estiran languidamente sobre cualquiera sea la superficie que encuentren.





Si la noche tiene estas particularidades, la vida bajo el sol ofrece, como toda isla turística, un variopinto espectro de caminatas y ofertas acuáticas. El viewpoint, al que se accede luego de un recorrido de una media hora en total desde el "centro" y 20 baht de entrada, es simpático y recomendado para llenar el día con alguna actividad. Si toca día soleado, la vista debe ser mucho mejor de la que  me tocó a mi en un día parcialmente nublado.

Los tours de snorkel son lo más popular en el Phi Phi diurno, y nuevamente reflejan el tono de la isla. Poco para ver realmente en las inmersiones, pocos peces y mucho coral muerto; nada que no haya visto nadando en muchas otras playas. Esto sumado a que TODOS los destinos están hiperpoblados de gente, hace que la experiencia sea un tanto... agria, amarga, ácida, no se que gusto ponerle. Como nunca me había pasado en esta clásica actividad isleña, varias personas me chocaron mientras nadaba, me gritaron desde diversos botes para moverme de su camino para salir de alguna bahía.

Uno puede optar por el tour de medio día, el de día entero, o el que incluye la playa con plancton -el que elegí yo-. En todos se accede a la monkey beach, una minúscula playa repleta de monos cuasi-agresivos, que adoptan una violenta actitud para sacarle comida a los visitantes, algo esperable siendo que son ellos mismos los que durante años los habrán acostumbrado a alimentarse sólamente de lo que traen. Los monos se mueven por ramas, rocas y aún en el agua, en busqueda de constantes tentempies ofrecidos por la turba que desciende de los long tail boat que no paran de llegar. La viking cave que apenas se ve desde el bote, parece linda para entrar, pero observándola de lejos es apenas un hueco en la montaña. Y qué decir de Maya Beach, donde te cobran 100 baht de entrada únicamente por haber alojado a la pelicula "La Playa". Una muy agradable costa, con hermosa vista, con gente que como uno comienza a sacar fotos, y se apura porque el bote se va en una hora. Sin tanto turismo, sería un lugar idílico; hoy en día, un lugar al que casi no vale la pena visitar, si no fuera porque uno quiere ir porque dicen que se debe ir.

Finalmente el bote se va en dirección a lo que fue, diría, lo más rescatable de este tour: la playa con plancton. Pequeños animalitos (¿son animalitos?) que brillan con el movimiento, y en grandes cantidades. Al agitar manos y pies, se ve como si uno estuviera rodeado de pequeñas luciérnagas. Espléndido. Imprescindible tener máscara de snorkel para ver bajo el agua; imprescindible también hacerle entender al agresivo  y poco recomendable guía del bote, que no quería entregar los equipos de snorkel a la gente.

La interesante y muy movida y agitada vuelta fue ya de noche, con la gente aplaudiendo al llegar al puerto, contenta de haber llegado sin contratiempos.

Como última actividad de la isla, me decidí a hacer unos buceos. Con precios fijos en la isla, queda elegir el centro de buceo en base a la seriedad que tienen, o la calidad del equipo. Finalemten escogí al único en el que pude entrar y ver los chalecos y otros equipamientos. Fuimos a lo que se supone son de los mejores destinos, y la verdad si bien fueron entretenidos como toda inmersión, no fueron la gran cosa.

Y así me fui de la famosa Koh Phi Phi, con cierto gusto amargo, pero aún así habiendo pasado unos lindos días, acompañado por un grupo de Argentinos y luego por Loren, de Canadá.







INFORMACION UTIL:

. Un Fresh Mart, en una de las cuadras principales, vende las cervezas mas baratas de la isla, a alrededor de 50 Baht por cerveza grande.

. Oasis, la agencia de viajes, es la que parece tener los mejores precios en pasajes y tours. El de snorkel con la playa de plancton que elegí yo, que comienza a las 13.30 y finaliza a las 19.30 aprox, cuesta 400 baht.

. Dos inmersiones de buceo cuestan 2500 Baht, un precio no tan bueno.

. Para comer, más que recomendable "Only Noodles", en una callecita en pleno centro, a metros del Fresh Mart de las cervezas baratas. Hacen, como dice el nombre, sólo Noodles, y lo hacen a la perfección, de los mejores Pad Thai que he probado. Junto a este restaurante, que suele cerrar temprano, hay otro restaurante, llamado "E-San Ganeang", muy bueno para poder comer comida tailandesa durante la noche. Por último, en la calle-cortada que lleva hacia la Party Beach, recomendable comer en "PP Burguer" durante el día: riquisimos currys y ensaladas.

. Hospedaje. Dormí en dorm y habitación doble en "The Rock Backpackers", con buena vista y buena ubicación. Dorm a 200baht y habitación doble a 300Baht.

. Pasaje a Khao Sok, incluyendo bote + mini van: 650 baht.
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Ton Sai, another day in Paradise

Ton Sai tenía mucho en contra: llegué cansado, después de varios contratiempos y casi sin pegar un ojo, me tocó viajar en el bote rodeado de chinos ruidosos y molestos, y me restaba caminar un buen tramo a través de la bella pero más cara playa de Railey.

Apenas unos pasos en la costa de Railey Oeste bastaron para comenzar a sudar copiosamente, secandome constantemente con lo que ahora es mi herramienta namber uan en las caminatas mochileras en el caluroso sudeste asiático: el sarong-pareo que me compré en Bali, atado a la mochila de mano que con sólo estirarlo puedo secar mi transpiración.

Con gruesas gotas que iban cubriendo áreas cada vez más extensas de mi cada vez más delgado cuerpo (desde que me fui de Argentina bajé 6 kgs entre NZ y Sudeste, y pasé de usar el cinturón en el 2do agujero a casi el 5to!), me dirigí a Railey Este, desde donde sabía que se podría acceder a la esquiva Ton Sai. Pasando por resorts muy bonitos y algún que otro bar playero, llegué luego de unos minutos a la parte este. Pregunté a unas cuantas personas cómo llegar a mi destino, pero nadie parecía conocerlo ni saber como acceder. Finalmente dos mujeres locales, masajistas ellas, lograron indicarme en tailandés puro mezclado con señas, que debía esperar a que bajara la marea y recién ahí podría cruzar.






Asi fue que decidí tomarme un merecido desayuno en el que sería mi lugar de cabecera para almorzar y merendar, por su riquísima comida -su Massaman curry y su mango shake aún no han sido siquiera igualados en sabor- y su eficiente WIFI.

Llegada la hora recomendada por mis contactos locales, fui decidido a descubrir cuan temeroso sería el camino hacia la playa prometida. Son tres los caminos posibles: el primero, de dificultad fácil, es con marea casi completamente baja, y es apenas bordear la costa de playa a playa, y voilá, llegamos. El segundo, de dificultad más avanzada, consiste en subidas y bajadas, con barro, y con sogas que acompañan el camino para facilitar el trayecto, a sabiendas de que somos muchos los que nos queremos ahorrar el taxi-boat y vamos caminando. Este es el camino que opté por hacer, y luego de unos 15 minutos de pasos cortos y firmes, y ningún resbalón ni tropezón, llegué sano y salvo. El tercer y último camino es subiendo colina arriba, aún más complicado que el anterior.

Y finalmente estaba allí, en la playa que Jaci y Ceci me habían recomendado encarecidamente, Ton Sai. Y debo decir que le hizo honor a todo lo que me habían dicho; con un ambiente bohemio, con escaladores que llegan aquí a esta especie de meca de estos deportistas, y simples backpackers en busca de descanso de las hiper pobladas playas clásicas de Tailandia.







Rodeada de estos típicos macizos de "limestone" tailandeses -a 18 meses de estar viajando ya olvido algunas palabras... aunque esta no se siquiera si me la sabía cuando vivía en Argentina-, ofrece una vista alucinante, que se embellece aún más cuando cae el sol y la gente suspende momentáneamente sus actividades, sea escalar, nadar, kayak o pasear, para admirar el atardecer desde alguno de los bares, cerveza de por medio. El único aspecto malo de esta playa es que el sube y baja de la marea es muy fuerte, y en el momento extremo hay que caminar mas de cien metros a través de rocas y corales para llegar al agua.

En los días que pasé aquí, básicamente hice sociales, mucha lectura en la playa, y mucho caminar. No pude hacer el "Deep Solo Climbing", que  es escalar sin cuerdas ni equipo, sobre el mar, por lo cual cualquier caída se convierte en un salto al agua. No había suficiente gente así que me quedé con las ganas. Y debo admitir mi arrepentimiento de no haberme aventurado en alguna clase de escalada. Me contenté simplemente con otra actividad recomendad en el lugar: visitar la playa de _________, con su cueva y lugares de adoración al falo, y la laguna.

Esto último es una especie de trecking de dificultad considerable, ya que está siempre humedo, e incluye escalar con soga en subida y bajada. Pero la laguna lo vale; ya lo arduo del camino hace que muchos turistas elijan no ir, por lo cual tuve la suerte de estar sólo con los cuatro ingleses con los que había hecho la caminata.  Ubicada en una hondonada con forma de ojo, con paredes de roca que ascienden a casi 100 metros, y una profundidad de apenas medio metro, esta laguna resultó ser una bella gota de esperanza en el turismo tailandés: aún se puede acceder a bellísimos lugares y encontrarse sólo, disfrutando de la vista y el sonido únicamente de lo que te rodea.

Unas noches después debí obligarme a abandonar Ton Sai, dandome cuenta ahora si de que la remera que había visto en un negocio que leía "Tomorrow I´m leaving Ton Sai", tenía mucho de cierto. Un lugar idílico, para disfrutar lo que serían otras increíbles playas tailandesas hace años. Pero eso si, aún no encontré en este país costas que estén tan cercanamente rodeadas de estas inmensas paredes de roca.







INFORMACION UTIL:

. Comer en Mangrove, en Railey este, donde ya aún después de más de 40 días, nadie superó su Massaman curry, y sólo los shakes de Bangkok llegaron a equiparar su mango shake.

. Hospedaje. Dormí todas las noches en "___", por 166 Baht por noche, gracias a una ardua negociación. Cama doble con ventilador, más que aceptable. Sino, sobre la playa, o sino cerca del Base Camp -todo el mundo conoce este lugar-, se consigue más hospedaje.

. El Sunset Bar/Reggae bar, es el lugar perfecto para pasar la noche: slackline preparado tanto para  avanzados como para principiantes como yo, pool gratis de calidad pauperrima, y varios elementos para hacer malabares. La cerveza, eso si, estaba 70 baht por latita. Ahí se puede hacer la avidada de comprar en el kiosko de al lado, y básicamente hacerse el boludo y sentarse en el bar con la mejor cara de póker que tenga uno a disposición.

. La cerveza es cara aún en los mercados, al ser una playa de difícil acceso -ni en Tonsai ni en Railey se puede llegar en auto-. Cuesta mínimo unos 50baht la latita pequeña.

. Como en toda Tailandia, las agencias de viaje ofrecen packs para casi cualquier destino en el país, o incluso a Malasia o Singapur.
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De la frontera Malasia-Tailandia al paraíso de Tonsai, toda una odisea.

A ver... para contar de Tonsai, lo que hasta ahora en vistas va ganando en la batalla de playas más pintorescas, deseo comentar la proeza que significó llega hasta allí. Ya desde el inicio, desde los días en que me sentaba con mapa y lonely planet en Perhentians, intentando decidir si iría a Koh Lipe o Tonsai como primer destino tailandés, se planteaba el problema de cruzar la frontera por el sector que dicha guía de viajes recomienda fervientemente no hacerlo. Aparentemente hace unos años hubo atentados en esa región, dado que es el sector mas extremada y/o ortodoxamente islámico de Tailandia. Sin deseo alguno de tomar avión para evitarlo, y para hacerlo de cualquier manera porque la curiosidad me podía, tuve siempre claro que accedería a mi nuevo destino por esa frontera.

Por otra parte, un comunicado del gobierno de Tailandia de apenas unos días antes de mi cruce, informaba de ciertos cambios en los arrivos por tierra a su país. Con datos ambiguos e inexactos, y con un mail de la embajada argentina que me decía que más alla de la legislación vigente, dependería  casi absolutamente del oficial de inmigraciones que me tocara, inflé mi pecho y lo cubrí con la camiseta celeste y blanca.

Una vez más, el argentinismo funcionó como lubricante aduanero, haciendo la charla amena más allá de las diferencias linguisticas. Sello al pasaporte, 86 días de permanencia permitida. ¡Welcome to Thailand! Algún que otro militar con enormes fusiles, pero más allá de eso, nada anormal. Llegado a suelo Thai, quedaba ir hacia la terminal de ómnibus a sacar pasaje a Krabi, lo cual no sería nada fácil. No por falta de medios para llegar, sino por exceso de orgullo de mi parte. Habiendo leído que la moto a la terminal tendría que costar unos 4 o 5 Rm, la sola mención de los conductores de que no irían por menos de 10RM, me hizo agudizar los  oídos, entornar los ojos, ajustar los cordones de las zapatillas, y ponerme a caminar sin siquiera saber cuan lejos estaba de la terminal.

A ojos de alguien racional, no tan orgulloso y/o tacaño, una burda estupidez lo mío. Sin embargo, para mi, en ese momento, algo totalmente lógico. La revolución también se hace caminando... o algo así. Y a caminar me puse, transpirando como hace tiempo no lo hacía; mediodía tailandés. Pronto averigué que 2.4km me separaban de la terminal. La gente local, al comprender que pretendía hacerlo a pie, me instaban a tomarme un Ojek, que estaba lejísimos. Yo totalmente resuelto a no dar el brazo a torcer, con mis deditos gesticulando que lo haría a pie, continuaba el paso cancino.

Así fue, luego de unos 40minutos caminando, empapado en mi propio sudor, llegué a la bendita terminal. Todo lo que había averiguado en cuanto a horarios de salida y disponibilidad de transporte, estaba errado. Sólo 3 buses diarios a Krabi: 7am, 8am, 17.30. Serían para ese momento casi las 13hs. Quedaba pagar y esperar. Con WIFI y puestitos para comprar comida, a esperar se ha dicho.

Allá por las 16.30 recordé un dato no menor: Tailandia está una hora adelantado a Malasia. Cuando pensaba que restaba un corta horita de espera, en realidad eran dos.

El colectivo llegó, y me sorprendió. El hacinamiento y la calidad que la lectura de blogs y los relatos de otros colegas viajeros me habían previsto en Tailandia, no se hacían ver en este paraíso motorizado. Asientos cómodos, espaciosos, aire acondicionado, casi puntual, un lujo. Fue un tiempo después cuando averigué el porque: los buses del gobierno son los de mejor calidad.

Con llegada estimada a las 4am aproximadamente, me propuse dormir cuanto pudiera, sabiendo que me esperaba un día de transportes y conexiones. Y como suele pasar, cuando menos conviene, el colectivo llega antes. 3.10 marcaba el reloj del celular, cuando el chofer vino a despertarme para gritarme al oído "Krabi... Krabi". Intentando entender qué estaba ocurriendo, miro hacia afuera y no veo más que casas y mucha oscuridad. Le respondo con un modesto "¿this is Krabi´s bus terminal?". "Yes yes, terminal", dice.

Bue, será que es acá. Bajo, el paraíso motorizado emprende la marcha, y el infierno sobreviene a mi vida (bueno, exagero un poco): nada abierto, ninguna señal de terminal, ni de otros colectivos. Un 7/11 a lo lejos, única señal de vida; hacia allí me dirijo. Compro un agua, pasta de diente, e intento preguntar como llegar al puerto de Krabi Town hacia Tonsai. Obviamente la cajera no cazaba una, se sonríe con el repositor que colocaba desodorantes en un estante. Resignado, vuelvo a salir, para encontrarme ahora con una débil lluvia, que duraría horas. Sin autos o motos en la calle, ni gente que me pudiera informar, me posé sobre un banquito, recostado sobre la mochila grande, abrazando a la pequeña, dispuesto a esperar. ¿Esperar qué? Una señal divina. O al menos, un taxi, ojek, o alguien que hablara algo de inglés.

Unas cuantas páginas después, y habiendo dormitado incómodamente, se me acerca un/a ladyboy -nombre dado a los hombres que se visten de mujer- a charlar. Mágicamente, hablaba un inglés más que correcto para hacerme entender que siendo las 5am, no me quedaba más que esperar una o dos horas hasta que empezara el movimiento, para dirigirme al puerto. Y esperar, esperé. Volví a leer, volvi a dormir. Se hicieron las 7.30. La ciudad ya vibraba, el ruido me despertó.

Taxi público -una camionetita con techo en la cabina, donde entran hasta 10 personas-, y al puerto fui. ¿Bote a Tonsai? Claro que si, aunque bueno, más o menos, sólo había a Railay, playa vecina a Tonsai. La primera de las dos noticias adversas; la otra era que había que esperar a que se llenara el bote. Casi dos horas tomó para que el motor del long tail boat rugiera, e izara velas al paraíso.


INFORMACION UTIL:

. Bus de Kuala Besut a Kota Bahru: 6RM, 2 horas y monedas. Bus de Kota Bahru a Rantau ___: 5.10RM, 1hr y 15 minutos.

. A una cuadra de la terminal hay un 7/11 con ATM.

. El colectivo de Sungai Kolok a Krabi costo 460 Baht.

. Por lo que voy viendo en Tailandia, los buses de gobierno son de lo mejor, que se consiguen comprando pasaje en la terminal. Los colectivos normales son también más que satisfactorios, más o menos espaciosos, pero siempre aceptables. Ahora bien, las mini van suelen estar repletas, o se llenan en el camino; apenas se puede dormir, y se viaja muy incómodo generalmente.
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Pulau Perhentians, pequeño paraíso

Pulau = Isla
Kecil = pequeña

Como leemos en este pantallazo etimológico digno de Mariano Grondona, este lugar es básicamente una pequeña isla. Se la puede caminar de punta a punta, de costado a costado. Esto tomára unas cuantas horas, pero es posible hacerlo. Yo, claramente, con el chip de playa colocado, dividí estas caminatas en varios días. El resto de mis atareadísimas jornadas lo ocupé buceando, haciendo snorkel, nadando, leyendo, y simplemente haciendo la nada misma.

Para dar un panorama de lo que fue mi día a día en esta isla de pequeña dimensión, aguas cristalinas y precios elevados, basta decir que no tomé una sola foto con la cámara reflex. Apenas un par de instantáneas con el celular, y el resto, puro registro del mundo submarino.






Ya desde la llegada al puerto se puede divisar lo claro del agua; pececitos por todos lados, corales, y un gran número de long tail boats -botes de cola larga, típicos en el sudeste asiático-. Cambiando zapatillas por ojotas -porque hay que saltar a la orilla como Cristobal Colón habrá saltado a las pristinas aguas de lo que ahora es Cuba-, pego un salto a Pulau Perhentians Kecil, lugar en el que pensaba quedarme cuatro días, y acabé permaneciendo por nueve.

Mochilas cargadas, con Sean a mi lado, comenzamos a caminar por Coral Bay en busca de precios. No obstante, la gente lugareña nos recomendó ir a Long Beach a buscar mejores precios, y eso hicimos. Pasando por unos centros de buceo, el café Ewans -uno de los pocos lugares con WIFI, con comida muy rica-, y unas subidas y bajadas, nos dirigimos camino al otro lado de la isla. Cansados por el viaje nocturno y el calor agobiante que ya golpeaba a tempranas horas de la mañana, terminamos pagando una noche en Bintang View, unos bungalows ubicados sobre una colina, con magnífica vista y una refrescante brisa marina. Sin electricidad durante el día, con baño afuera, con el restaurente que no servía comida y cerraba las puertas a las 19 y compartiendo cama matrimonial con Sean, decidimos quedarnos igualmente. La vista y la tranquilidad eran realmente alucinantes.





Como suelo hacer cada vez que llego a un lugar, apenas puse pie en Long Beach, sabiendo que tenía unos días por delante aquí, me propuse buscar lugares de comida rica y a buen precio, y averiguar por buceo y snorkel, para así comenzar a decidir qué sería de mi en Perhentians. Con buceos entre 23 y 30 dólares, dependiendo de la compañia y el dive spot, decidimos con Sean hacer un par de fun dives en Spicey Diver, a 70RM (23dlrs) por inmersión, el mejor precio en la isla. Con satisfactorios pero no sobresalientes instructores-dive masters, fue suficiente para disfrutar de dos bellísimos lugares de buceo: T3 y Pinnacle-The Temple. Este último es hasta el día de hoy el buceo más rico en cantidad y variedad de peces y corales que he hecho en mis 24 inmersiones.

Así transcurrieron mis primeros tres o cuatro días; dos buceos en dos días separados, mucho snorkel, horas de juegos y charlas en las calmas aguas, y abundante lectura. Por la noche, se trataba de comer unos Roti Canai -riquisimos panqueques- en Chill Out café, o un suculento fried rice en Ewans -el mejor que he probado en Malasia-, y luego dirigirnos al bar a elección, a no gastar en cerveza, y beber el ron o el vino comprados previamente en Penang, sabiendo que los precios en Perhentians eran más elevados.

Hechos los buceos, habiendo ido a los mejores lugares de snorkel, no me quedaba mucho por hacer... pero sentía que me quería quedar unos días más. Esto mezclado con la  gran cantidad de gente que me venía recomendando evitar hacer cursos en Koh Tao, dada la gran cantidad de gente que lo hace ahí, y la poca calidad de los cursos, me hizo tomar la súbita e intempestiva decisión de volverme un Advanced Open Water. Asi que a caminar la playa a preguntar precios y conocer cada lugar. Terminé optando, como suele ocurrir cuando los precios son los mismos, por el lugar donde mejor me cayó la gente.





Y así fue que por los dos dias siguientes bucée cinco veces más: night dive, deep dive, navigation dive, wreck dive y peak performance buoyancy (nocturno, uso de brújula, buceo en profundidad, barco hundido, perfeccionamiento de flotabilidad). El de profundidad y el de navegación fueron ejercicios que aún siendo interesantes, no significaron mucho en el curso. El barco hundido fue realmente espléndido, con 14 años de antiguedad, el barco aún no está en un estado de demasiado deterioro, por lo cual brilla lo suficiente como para atraer más peces que lo normal. Da también la posibilidad de bucear a través de distintas secciones del barco, recámaras, mastiles, etc. Bucear de noche fue algo surreal: el momento de apagar la linterna y disfrutar de la oscuridad absoluta bajo el mar, o el tener que alejarme del instructor por unos 10 metros, y volver hacia el punto original sin poder ver nada, fueron inolvidables. Y por último, el de perfeccionamento de la flotabilidad, con innumerables juegos y acitivades submarinas que sirven enormemente para mejorar la calidad del buceo, y de tomar mucha más noción de los movimientos generados al inhalar y exhalar. La inmersión incluyó  bucear a través de un aro en distintas modalidades, tumbar pesas con el regulador, hacer flexiones de brazos moviendo el cuerpo sólo con la respiración, y hasta hacer trucos bajo el agua. En definitiva, totalmente feliz de haber hecho el curso aquí.

El último día decidimos hacer el tour de snorkel, que te lleva a distintos spots alredor de ambas islas, la pequeña y la grande. Con bastantes quejas por el primer lugar del recorrido, finalmente terminamos bastante contentos: vimos tiburones en el Shark Point, tortugas en el Turtle Point, saltamos desde el faro a unos 6mts de altura para luego nadar a través y por debajo de rocas, y en Romantic Beach, si bien no hicimos nada romántico, vimos tiburones de 2metros, y escuelas de peces. DI VI NO.

Y bueno, así pasaron los días en Perhentians. Vida algo tranquila, nada de locuras ni excesos, buena gente y mejores vibras. Luego tocó la despedida, sin llantos ni siquiera sollozos, fue otro salto el que me subió al bote que me dejaría en Kuala Besut. De ahí colectivo a Kota Bahru, donde compartimos habitación por última vez con Sean, para despedirnos y prometernos cruzarnos alguna otra vez en algún lugar del mundo.

Mis dos frases de despedida de cabecera son actualmente:

1- See you somewhere in the world.
2- Bla bla bla.

Siendo muy malo para las despedidas, y nunca diciendo lo que pienso en decir, estas frases acabaron siendo graciosos y condensados modos de decir adiós a otros viajeros.







INFORMACION UTIL:

. Desde Penang, conviene comprar un pack en agencias de viaje, cuesta más barato que hacerlo individualmente. Yo pagué 115RM por bus + bote. Si lo hacía por separado, me costaba alrededor de 130RM. Las agencias más baratas las encontré en Komtar, el mall-complejo ubicado a unos 15 minutos de caminata del casco histórico. El bus sale por la tarde noche, y llega a la madrugada a KBesut, teniendo aproximadamente una hora de espera. La terminal esta a unos pocos minutos de caminata del puerto. Hay lugar para comer que abre luego de que llegan los buses.

. El bote de Kuala Besut a Perhentians cuesta 70RM ida y vuelta -no perder el ticket de vuelta, sino a pagar nuevamente-. Tiene 3 horarios: 7am, 9am y uno más que  no recuerdo, creo a las 12, no estoy seguro. Tarda una media hora aproximadamente.

. No hay ATM en la isla; sólo algunos mercados o alojamientos que te dan plata con tu tarjeta de crédito, pero generalmente con intereses rondando el 10%. De más está decir que conviene llevar plata. Yo terminé pagando el curso de buceo con tarjeta, con 3% de interés.

. Conviene pedir al barco que te deje en Coral Bay, asi te ahorrás 2RM que te cobran en Long Beach por llevarte del barco a la orilla (el muelle en esta playa no está habilitado y la única manera de llegar a la costa es por medio de unos long boats que de acercan).

. Buceo. Para hacer fundive, conviene Spicey Divers. Los instructores son medio vagos y no señalan muchas cosas abajo del agua, y son un tanto desorganizados -no hasta el punto de temer por la seguridad del buceo-. Pero cuesta unos 5 dlrs más barato que el resto, especialmente los destinos más lejanos (Pinnacle y Sugar Wreck), que en otras compañias son más caros pero en esta mantienen el precio.
Para hacer algún curso, no puedo más que recomendar Panorama, donde yo hice el Advanced. Me costó unos 920 NZD por el curso y dos noches en el dorm con AC.

. Al no tener electricidad, los precios son un poco más elevados que en otras partes de Malasia. Los platos no bajan de los 7 u 8 Ringgit. Para llenarme, tenía que gastar siempre al menos unos 9RM. Una latita de cerveza está 7RM si se la compra a un señor con heladerita en la playa. Sino, un poco más caras en los bares. 25RM por una petaca de Vodka o Ron, o 20RM por un licor malayo de menor graduacion alcoholica llamado Monkey Juice. A eso sumarle unos 3 o 4 RM por el mixer, jugo o gaseosa.

. Los tours de snorkel son más  baratos en Coral Bay que en Long beach, 30RM contra 45 o 50!

. Snorkel. Para hacer por cuenta propia: en coral bay, pasando el puerto, atravesando un hotel de buena calidad, está Golden bay/beach, linda playa con sombra desde donde se puede comenzar el snorkel, y donde se pueden ver peces y corales de altísima calidad. También junto al puerto de Long Beach se puede disfrutar de la fauna marina, pero no de la misma manera que en el lugar anterior.

. Alojamiento: desde Symphony a 35 la habitación doble -cabañitas frente al mar bastante rústicas-, hasta hoteles caros, hay un promedio de 60ringgit por una habitación para 2. En Bintang View pagamos 60 por noche, en Mohsin pagué 30 por un dorm con aire acondicionado y AC. Tropicana INN también tiene dorm, a 20RM, pero es medio medio -con WIFI-. EL más recomendable, en donde no pude encontrar cama, es Sunrise, donde por 20RM se consigue cama en un dorm aceptable, con buena vista.
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Penang, la Perla de Oriente.

Penang, la perla de Oriente. Así la llaman, aún no sabía el porque mientras viajaba en el avión hacia ella, esa isla en el noroeste malayo. Lo poco que sabía de este nuevo destino era la riqueza de su gastronomía, razón más que suficiente para ir a cualquier lugar. Pero lamentablemente, mi arribo a este paraíso gustativo estaba teñido por un gran temor, que me podría hacer abandonarlo sin dudarlo un ápice: estando a dos días de la final Argentina-Alemania, sólo permanecería en Penang si encontraba al menos a un argentino más. Me propuse en el avión irme de allí si en un día no lograba mi cometido, pocas eran las ganas de soportar la adversidad y los nervios del partido yo sólo, rodeado de alemanes. Y me tomó afortunadamente apenas unas horas el encontrar a Vero, mi única compatriota en aquel emotivo y  tristísimo día.





El trámite de entrada a Malasia fue, una vez más, algo simplísimo. Portando la camiseta argentina, fui objeto de muchos saludos, felicitaciones, y buenos augurios. También de tímidas sonrisas mientras alguno que otro me confesaba hinchar por los teutones. Aún esto no me molestaba; ya luego de la derrota, o incluso en la noche del partido, no soportaba ver a gente que nada tenía que ver con Alemania usar esa asquerosa camiseta blanca. La inestabilidad emocional de la jornada me hizo suma y estúpidamente vulnerable, y cualquier cosa que en otro momento apenas me hubiera inquietado, era ahora razón suficiente para hacer surgir mi enojo, furia irrefrenable, y gritos en español preguntandoles "¿qué mierda hacés con esa camiseta bobo?", o simil. Motivo de risa para Vero y Sean, nuestro agregado internacional, un canadiense con quien continué viajando hasta la frontera con Tailandia. El sonreía y se consideraba afortunado por haber encontrado a alguien que fuera tan pasional con un deporte, asegurando permanecer con nosotros durante el domingo mundialista. Finalmente se durmió todo el partido.

French canadians, if there´s no maple syrup in it, it´s just not worth the while.

Pero volviendo atrás. El viaje del aeropuerto al sector céntrico fue bastante fácil. Se trató de salir por la puerta principal, caminar unos metros a la izquierda hasta la parada de bus público, rechazar incontables ofertas de taxis que a la vez me aseguraban que el colectivo ya no pasaría, y esperar por unos 40 minutos hasta que el indicado llegara.  Cualquiera que fuera a Little India o Love Lane -palabras que le repetía  a cada chofer de colectivo que se frenaba en la parata- me venía bien.





Ya con información de los hostels que parecían BBB (bueno, bonito y barato, parte de la jerga backpacker), inicié la caza. Cada arribo a un nuevo destino implica siempre el constante y a veces interminable ida y vuelta, a veces por horas, a veces por minutos, en busqueda de ese hostel que cumpla con los requisitos personales de cada uno. Que no sea muy caro, pero que tenga buena onda; que esté bien ubicado, pero no tanto como para aumentar los precios sólo por esa razón. En Penang tuve la suerte de que luego de ver sólo un hostel, me crucé con una Suiza que había conocido en Melaka, y junto a ella, Vero, la argentina. Inmediatamente nos saludamos, ambos inmensamente felices de encontrar un hombro argentino en el que poder reposar las alegrías o penas del partido por venir. ¡Ya me podía quedar en la isla! Luego de largos minutos de charla, y con el dorm de su hostel lleno, Vero me indicó a donde ir si no quería seguir buscando: 75 Travelers Lodge, BBB. Ya eran alrededor de las 10pm y mis ganas de seguir buscando eran escasas, luego de dormir la noche anterior en un tren a Jakarta y pasar el día entero en un aeropuerto. El hostel le hizo honor a las tres B, suficiente para quedarme dos noches.

Hoy, a ya unas semanas de haberme ido de Penang, la verdad recuerdo poco de lo que hice en las 48 horas previas al partido. Una especie de nebulosa se esparce sobre mi memoria. Me acuerdo de unos riquísimos platos de comida india, samosas en el barrio hindú, tres latitas de cerveza por dies ringgit a unas cuadras del hostel, y caminar por el casco histórico de la ciudad. Ahora bien, como llené el tiempo de actividades hasta las 3 am del lunes, no lo se. Hubo, como dije, mucha comida, pero sobre todo, muchos nervios. Quería que el tiempo pasara veloz para que llegara la hora, pero a la vez, sabía que estaba cerca del final; las placas de crónica se venían a mi mente, cuando cada vez luego del último partido del mundial, cuentan los días restantes para el comienzo del próximo. Fui un manojo de nervios durante ese fin de semana, la gente me lo decía, y yo lo percibía. Creo que el no tener contención de más argentinos que una bastante fubtolera compañera me hacían sentir sólo, aislado. Nadie parecía inmutarse por lo que estaba por venir, o más bien, nadie parecía tener noción de la importancia de lo que se avecinaba, la proximidad de tamaño evento. Cada alemán con el que hablaba, apenas movido por lo que sucedía, me hacía dar cuenta de que no sentimos el fútbol de la misma manera. No quiero generalizar al punto de decir que ningún alemán siente como cualquier argentino, sino simplemente recalcar que ninguno de los muchos con los que hablé en esos últimos días se sentía especialmente emocionado. La insoportable levedad del ser. Será que ya se creían victoriosos, nunca lo sabré. (El shuffle del reproductor de música me arroja a Rafaela Carrá y su "Para hacer bien el amor hay que venir al sur". Sin dar explicaciones de porque tengo eso en mi computadora, pretendo sólo comentar que Rafaela está poéticamente de acuerdo conmigo: las emociones fuertes, entre las que encontramos al fútbol, el sexo y el amor, se sienten mejor en el sur, abajo de Alemania, bien abajo y a la izquierda)





Pasó la noche del viernes, pasó el sábado, llegó el lunes a las 3am. Con el mismo horario pero distinto día, como en la letra de "Viernes 3am" de Charly, me quise pegar un tiro. No me explayaré mucho en este tópico, ya escribí el artículo "Maldito Papelito" para explicar lo que sentí en esas duras horas. Después de poner a dormir las emociones, y con una clara resaca post partido -no se cuantas cervezas habré tomado para mitigar los nervios del partido-, decidí irme de Penang. En cada rincón, al doblar cada esquina, me cruzaba algún alemán de los muchos que habían en el bar poniendo esa cara de lástima que tanto me ponían. Y no lo soportaba sinceramente. La ciudad me traía malos recuerdos... me tenía que ir, precisaba una limpieza energética. Acordé con Sean el canadiense en comprar pasaje a Perhentians para el día siguiente.

En mi último en día en la Perla de Oriente, me aseguré de seguir comiendo rico, y de hacer lo que las guías más recomendaban hacer: el "street art walk". Penang es una ciudad muy cultural, muy artística, algo que pude ver aún en el poco tiempo que le dediqué. En las calles, caminando, se pueden ver innumerables intervenciones artísticas, mayormente graffitis que se "comunican" con el entorno arquitectónico, para producir pequeñas y bellísimas obras de arte. Me tomó mas de 3 horas de caminata junto a Diego el mejicano el poder ver el arte callejero del sector histórico, algo a no perderse realmente.

Con el diario del lunes, metafóricamente hablando claro, me doy cuenta que me tendría que haber quedado más tiempo en esta bella isla, me quedó ver el parque nacional, las playas, los templos. Sin embargo, con los recuerdos mundialistas aún a flor de piel, no puedo olvidar lo mucho que necesitaba cambiar de aire. Y bien que hice, acabé yendo a un pequeño paraíso, Perhentians Islands.

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¡El mayor logro de mi Vida!

Debo decir, con una pizca de autocomplacencia y egocentrismo, que no son pocos los grandes logros que he tenido en mi vida. Quizás insignificantes en términos mundiales o sociales, para mi han supuesto un punto de inflexión en mi crecimiento personal y/o emocional como individuo. No pienso de todas maneras explayarme aquí; primero para no caer en un acto de pedantería y segundo para no prolongar la espera de relatar esta gratificante experiencia (y tercero, quizás también, para no descubrir que muchos de esos grandes logros, si los pensara bien, serían ser burdas estupideces).

Hace semanas ya, en Indonesia, mi amiga la rata decidió roer su camino para saborear unas galletitas que se encontraban dentro de mi amada mochila. El resultado fue un círculo de unos tres centimetros, deshilachado, deforme, por el cual hasta el dia de ayer entraba polvo, suciedad, y sobresalía el tubo del snorkel.

Bueno, esto se está demorando mucho. ¡Cosí yo solito la mochila!

Uf, que tranquilidad. Ahora que expulsé catárticamente el quid de la cuestión, el elemento central del relato, puedo tomarme mi tiempo para volver al detalle de la historia. Como decía: rata, mochila, hueco, disconformidad. Así fue que me propuse solucionar el dilema por mi cuenta... pero si, claro, me tomé una prudencial cantidad de días para llevarlo a cabo. En el tiempo que transcurrió entre los delirios de topo de la rata y la costura, logré enumerar los elementos que precisaría esta intervención cuasi quirúrgica:

1- Hilo de coser.
2- Aguja.
3- Algún tipo de parche de tela negra, resistente y de tamaño mayor al agujero. Subitem: parche doble, para hacer la protección aún más fuerte.
4- Valor, temperamento, y voluntad.

El item 2 ya estaba en mis manos con anterioridad: sabiamente, ya desde la patria argenta cargaba con un minúsculo sobrecito con agujas e hilo. Este último se me acabó cosiendo la costura del dobladillo de mi pantalón para trabajar de mozo -bueno, no cosí yo, pero finalmente acabose-.

El item 3 siempre estuvo a mi alcance, pero como dicen las peliculas (leerlo con intento de voz de locutor de HBO de los ´90, o si no sale, con voz de trailer hollywoodense): "A veces lo que más quieres está mas cerca tuyo de lo que crees". El objeto en cuestión era un pantalón negro que traía desde NZ, pero que ya no usaba por ser muy caluroso y cuyos bolsillos estaban rotos. Obsoleto así, terminó siendo cantera de varias cosas que ahora poseo: un botón extra, y dos parches.

El item 1 lo adquirí mientras caminaba por callejuelas de Yogyakarta, con tres amigas españolas que conocí en aquella calurosa jornada de turismo. Pasando junto a una mercería (claro que si, ¡en Indonesia también tienen mercerías!) vi ese... mmm... ¿ovillo? ¿Como será que se le llama al revoltijo de hilos? Bueno, en fin, vi el hilo y lo compré, una ganga. Y maté dos pájaros de un tiro, compré lo que necesitaba, y quedé como un duque frente a mis nuevas amigas. Aunque a decir verdad, no creo que los duques cosan sus mochilas, por lo cual digamos que quedé como un campesino muy hacendoso y simpaticón.

Y el item 4, bueno, va y viene. Poseo las tres cualidades pero en valores variables a inconstantes, dependiendo del humor, el clima y otros elementos coyunturales.

Que suerte que ya conté de qué venía este gran logro, sino no podría haber aguantado la tensión hasta acá.

Finalmente resultó que lo que más demoró el trámite fue el último inciso; fue recién luego de la vuelta de la playa de hoy en Tonsai, que asi sin más y de la nada, resolví que la mochila, la rata, el hilo, la aguja, mis variables emocionales y yo teníamos un asunto pendiente. ¡Hoy era el día! Tomé todos los elementos, salí al balcón, y me puse manos a la obra.

Apenas unos segundos transcurrieron hasta que caí en la cuenta de que había olvidado durante todo este tiempo el item 5 en la lista: conocimiento y pericia. Mi único acercamiento teórico hacia la costura fue en alguno de mis primeros años de escuela primaria, en Plaza Huincul, pueblito en Neuquen, donde sólo recuerdo coser botones. Desde ese momento, siempre tuve al alcance de la aguja a alguien que hiciera la tarea por mi: a veces mi madre, a veces el negocio de la rusa de la calle Borges, a metros de mi departamento en Buenos Aires.

Miré alrededor, y ni mamá ni la rusa aparecían en el horizonte, así que con una eximia e inusual demostración de perseverancia, continué con la labor. Observando los elementos provistos por el kit de costura, vi que esos dos alfileres podrían ayudar a "fijar" el parche a la mochila y así facilitar el ir y venir de la aguja. Y así comencé, zas para allá, zas para acá, una y otra vez -aquí recordé a mi abuela y su dedal... 29 años me tomó reconocer la utilidad de esa gran herramienta-. El parche se iba fijando cada vez más; llegando al segundo vertice recordé subitamente, no se por que, a mi amigo Nicolás cosiendo y explicando que si hacemos esto con el hilo doble, ganamos resistencia en la costura. ¡Gracias Nico! Con mitad de la labor aún por realizar, decidí adoptar la nueva técnica, y vaya si la adopté. Segunda enhebrada -está tomó 4 minutos menos que la primera, voy tomandole la mano caramba- y allá vamos pues. Zas para allá, zas para acá, veloz como el viento, más rápido que mi propia sombra. Miro el lado interno de la mochila, y la realidad me dio un soplamocos titánico: mientras que por fuera se veía todo medianamente aceptable, por dentro había hilo por todos lados, un embrollo que no tenía ni principio ni fin, era simplemente un... ¡hilombo! (Increíble, chiste IN CRE I BLE, recién enhebrado (uffff este también está bueno eh))

Me dolía la espalda, mis dedos estaban tensos, mis ojos brillaban, mi pierna izquierda temblaba por mantener el talón levantado para sostener la mochila, y peor aún que todo esto, mi autoestima estaba por el suelo. Ya no me veía capaz de continuar, los ánimos flaqueaban, esto de coser no era para mí. ¿En qué clase de delirio místico llegué a estar? ¿Como pude pensar que yo podría coser esta mochila de mochilero que duró diez años de viajes?. Cuando creía que no tenía mas fuerzas para seguir, que la rata había al fin y al cabo salido victoriosa, y que no tenía más recuerdos de los cuales nutrir mi aprendizaje in situ, recordé a mi gran y oculto mentor, que silencioso detrás de los genes, esperó hasta último momento para salir de la oscuridad y salir en mi ayuda. Mi padre, quien lo diría, confesó hace años en algunas vacaciones veraniegas en algún lugar de la costa argentina, que el habia sabido ser un gran costurero. La gente se le rió en la cara, se le burló y lo trataron de mentiroso pues, ¿como alguien con esas manos de ingeniero podría ser buen costurero? Como en el final de Star Wars VI, cual Obi Wan, Yoda o Anakin Skywalker, la blancuzca y traslúcida imagén de mi padre se posó sobre la baranda del balcón, y comenzó a ser rodeado por otras figuras: mi madre, la rusa de la calle Borges, mi abuela, y Nico. Todos ellos, sin necesidad de palabras, me miraban y me instaban a continuar, a no abandonar mi cometido, a insistir con el item 4. 

Procurando no pensar en que estaba viendo figuras fantasmales a apenas unos metros míos, e intentando vengar a mi padre, sequé las lágrimas de mi mejilla (mirar fijo mucho tiempo al mismo lugar cansa la vista vio), redirigí la linterna de cabeza (si duro mucho contando esta historia, imaginen lo que duré cosiendo... ¡se hizo de noche!), succioné la sangre de mi pulgar sangrante, y volví a la ardua tarea de remendar mi mochila. Creo sinceramente que ni los niños malayos explotados por Kosiuko habrán alguna vez cosido tan rápida y eficientemente como yo en esta etapa. Tan fluido era mi coser, tan natural y orgánico era el movimiento de mis manos, que las polillas y moscas que volaban detuvieron su vuelo alrededor de la luz de mi cabaña para observarme; las hormigas se peleaban para caminar sobre mis brazos, sobre el parche de tela negra, para contarle a sus amiguitas que habían presenciado ese momento de cerca. Hasta incluso, está seguro no me la cree nadie, una enorme mariposa tomó su celular y se sacó una selfie conmigo de fondo. 

Para ir cerrando la historia, después de algo que pareció durar una eternidad, la costura del parche fue un éxito. Quizás a ojos de otra persona se trate de uno de los peores errores de la humadidad, pero para mi ha sido, verdaderamente, un gran cometido.





No estaría muy errado si aseverara que este, el de la costura de mi mochila, ha sido

¡El mayor logro de mi vida!




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